Aprovechando la época estival, hoy os traigo esta marina que pinté hace cuatro años. En el confinamiento nos moríamos de ganas por volver a viajar y un escape nos lo proporcionó el arte en su expresión tanto plástica como literaria. En ese contexto, la definición de "arte" cobraba su máxima expresión.
Por cierto, desde entonces, en el verano de 2019, como veis en la foto que me inspiró la acuarela, no he vuelto por mi amada Ciudad que Sonríe. Hasta que vuelva a pisar las arenas de La Caleta y pasear por el malecón que va a morir en el presente castillo de San Sebastián, el arte me permitirá estar allí siempre que pinte o escriba sobre los rincones de la Tacita de Plata. ¡Y vaya rincones que no solo encandilan sino que dan rienda suelta a la imaginación! Entre tantísima historia, se cree que aquí se erigía el templo del dios fenicio Moloch, en donde se sacrificaban bebés. En el castillo de Santa Catalina se consagró el templo a la diosa Astarté.
En los confines de Cádiz, así la titulé. Está pintada con acuarelas en tubo de la marca Artix, compradas en un bazar junto con los pinceles y el bloc de acuarela de la misma marca, con papel de 180g, granularidad gruesa y formato A4.
La foto en la que me inspiré:Espero que os guste.
¡Hasta pronto!