Bienvenidos a este espacio en el que compartiré novedades acerca de mis libros y otras curiosidades de interés en el mundo de la literatura, el dibujo y la pintura.
En esta novela infantil se encumbra el verdadero sentido de la
Navidad. Las cenas, los adornos y los regalos son algo accesorio. Se
potencian emociones como la empatía, hacer caso a los mayores, luchar
por un objetivo mientras se aprenda a perder y que la Navidad la puede
celebrar todo quien quiera; sean creyentes o no; sean quienes sean.
Ensalza este valor como es la fraternidad, ya no solo durante estas
fechas, sino a lo largo de todo el año. Les aporta el sentido de Papá
Noel y los Reyes Magos, que en los regalos encuentran aliciente para
portarse bien hasta que con la madurez obren de corazón sin esperar una
recompensa a cambio. Si la trama de este libro es procurar las Navidades
que Miguel y Martina desean, la moraleja final es que valoren el
esfuerzo que hacen sus papás por ofrecerles a sus hijos lo que está a su
alcance y que se sientan afortunados cuando muchos niños ni siquiera
pueden celebrarlas.
Sinopsis:
Las Navidades
de Miguel y Martina ya no son lo que eran, cuando se reunía la familia y
aún vivían los abuelos. La ilusión en sus papás decae hasta poner el
árbol, el belén y los villancicos sin ganas. Martina va por el mismo
camino.
Miguel y Martina deberán ingeniárselas para
recobrar el espíritu navideño en casa. Contarán con la ayuda de Currito,
su canario. Los personajes más insospechados en un lugar y un tiempo
mágico le encomendarán esta misión. Es Miguel quien más sufre a causa de
la nostalgia y por eso deberá luchar por mantener tanto su entereza
como la de su hermana. Aprenderán que combatir desde el bien es la
decisión más acertada. Pensar en los demás es la clave.
Podéis tomar asiento.
Vamos a esperar unos minutos más a que estemos todos. Disculpad que no os pueda
ofrecer café y unos mantecados… imagino que lo comprenderéis. Tampoco puedo
ofreceros ejemplares, sino que tenéis que adquirirlos exclusivamente en Amazon.
Bien, ¿estamos todos?
Muchas gracias por
asistir a esta presentación del que es mi quinto libro…. [inserte aquí risas].
Hay que tomárselo con
humor. Algún día podré presentar algún libro futuro de manera normal. Para que
tengáis una idea del que nos atañe, qué más da escuchar una charla en un salón
de actos que leer aquí lo que diría en ese supuesto. Ahora sí, comencemos.
No puedo estarme quieto.
Al mes de publicar El Chaparral, allá por agosto, me apeteció escribir
algo para Navidad y esta vez dirigido a los protagonistas del espíritu navideño:
los niños y los mayores que mantienen vivo al niño que lleva dentro. Después de
la reciente polémica con lo de «niñombre», o también «niñajer»,
por mi parte a mucha honra. Y ese niño que llevo dentro quiso escribir lo que
en principio no sabía si sería un relato o una novela. Como ya es habitual,
antes de comenzar a escribir un nuevo libro me gusta empaparme del trabajo de
los demás. Por casualidad encontré en uno de los repositorios de mi ciudad un
libro infantil ilustrado. Era mi primera incursión en la literatura infantil,
así que seguí documentándome por doquier. Tenía nociones sobre psicología
infantil, quién no, pero quería hacerlo bien. Aprendí una regla de oro: los
libros infantiles no pueden escribirlos niños; ni siquiera los niños que
llevamos dentro. Ahí entré en conflicto porque ya tenía planteada la historia,
y ya os digo que autobiográfica. Al final comprendí a qué se referían. Hay que
escribir para niños teniendo en cuenta la forma en la que te diriges a ellos;
si pretendes contarles una historia entretenida sin más o además transmitirle
una moraleja; sin hablar en el caso de la ilustraciones de los colores, las
formas y la propia puesta en escena.
Aquí veis mi técnica para ilustrar, ya favorita y eficiente, mediante lápices acuarerables y para la ocasión perfilado con rotu. Me chupé un blog de acuarela de Canson en formato A5 y pasé al de A4, donde dividí algunas páginas para sacar dos por cada.
Ya lo tenía todo para que el adulto que
soy contara una historia a los niños sobre el niño que fui. Ahí tenéis, de
hecho, que el protagonista se llame Miguel, entre otros aspectos que os contaré
a continuación. Y respecto a Martina, es más especial si cabe. El mundo
conocerá a la verdadera Martina dentro muy poco; el mes que viene si salen las
cuentas. Tuve en mente que cuando crezca y vaya tomando conciencia, su tito ya
quiso rendirle homenaje cuando aún estaba en el vientre de su mamá.
Salió un relato de 12234
palabras que escribí en seis días: del 14 al 19 de agosto. Lo escribí muy
rápido y lo disfruté muchísimo, como os adelantaba, al rememorar mi experiencia
por la cual siempre mantendré vivo ese niño interior y ese espíritu navideño.
¿Qué puede tener de interesante? Para quien le atraiga algo como esto, y me
refiero a las Navidades desde el punto de vista de una familia de barrio como
la mayoría que no vivimos ni nos hemos criado en palacios. Con esta historia
reconozco el esfuerzo que hacían mis padres por ofrecernos a mí y a mi hermana
unas Navidades inolvidables (inolvidables que no lujosas). Ahí está el quid de
la cuestión. En un mundo que observo cada vez más gris y complicado (que no
complejo), me aferro a mi infancia; claro que sin olvidar que soy adulto. Ya me
entendéis y, por cierto, ya profundizaré en mi relación con la nostalgia en una
reflexión en el blog hermano. Respecto al tema, me sorprendí al recrearme en
recuerdos del año en el que se ambienta este libro, Navidades 1991-1992, en las
que tenía tan solo tres años. Uno de los que destaco, cuya ilustración podéis
ver de pasada en el vídeo donde muestro el ejemplar en tapa blanda, es una
tarde en la que me llevó mi padre en tren a Cortylandia de la vecina Sevilla.
Hasta
la fecha sigue siendo más importante de mi vida… incluido ese dedal. En otra
escena transcribo la letra de Duérmete niño, pero ninguna versión que
podáis encontrar en internet (por cierto, versiones feísimas respecto a la nana
que me cantaban). Y en el aspecto visual, en la ilustraciones veréis la
habitación, el árbol, el belén y algo más de mi antiguo piso (para los de
Latinoamérica en España es sinónimo de vivienda departamento). Veréis que junto
con los recuerdos he tirado de álbum de fotos.
Para esta imagen, tras lo leído hasta ahora, sobran las descripciones, ¿verdad?
Con esto voy cerrando
esta verborrea tan habitual en mí. Dejamos para el final lo más importante que
es el propio sentido de la Navidad que da subtítulo a Miguel y Martina
(si leéis el libro, y hasta el final, sabréis por qué lo digo). En mi caso, las
Navidades fueron evolucionando, como podéis conocer si leéis la entrada que
escribí el año pasado en el otro blog. En mi casa, que éramos pobres y ahora tampoco
es que seamos ricos, siempre hemos procurado ser felices y valorar lo poco o
mucho que teníamos. Con esto quiero transmitir que el sentido de la Navidad no
es lo material. ¿Y lo inmaterial/espiritual? Eso es muy ambiguo. En el libro, a
la par que relata una historia atractiva con toques de fantasía, los niños lo
entenderán con los supuesto que se dan. Los niños son más inteligentes de lo
que pensamos los mayores, de hecho. Algo que a nosotros se nos pasa porque nos
perdemos en nuestras complicaciones, ellos captan al vuelo hasta el simbolismo.
Os cuento al menos uno de los supuesto un tanto interesante y con esto veis por
dónde va la moraleja. Recurro una vez más a mis recuerdos. Era un peque en mi
antiguo piso cuando por Reyes pedí la casita de Polly Pocket, que se me antojó
al vérsela a mi prima, y la granja de Pinypon. Para situaros en el tiempo, os
hablo del año 93 o 94. Nunca olvidaré que los mayores me decían que eso eran
juguetes de niñas. A mí me daba igual; era lo que le pedí a los Reyes Magos
porque simple y llanamente era lo que me gustaba. Con esto digo que los mayores
debemos aprender de los niños con su simpleza y humildad; algo que evidencia en
la historia los nuestros protagonistas. ¿No son las Navidades un tedio porque
así nos las tomamos? No nos olvidamos de Valencia y en estas fechas menos. Hace
un rato, por azares del destino o esos mensajes, me ha aparecido un
vídeo en TikTok de Paiporta donde han alumbrado un árbol que sobrevivió a la
riada.
¿Qué ganas va a tener esa pobre gente de celebrar las fiestas, si es que
pueden con los ánimos y pertenencias materiales y humanas que les quedan? Y sin
embargo mirad… Es comprensible que en estas fechas nos acordemos de los que
faltan o la familia que no se habla con nosotros, sin contar todo un mar de
problemas, pero ¿son peores si las comparamos con los afectados valencianos que
como pueden van a celebrarlas? U otras circunstancias que tienen su lugar en el
libro. Las Navidades son lo que sientes; cómo las percibes desde el punto de
vista espiritual. Lo tangible como es el árbol, el espumillón, los mantecados,
los langostinos, los villancicos, los primos de Zamora que vienen a cenar por
Nochebuena, las luces e incluso el belén, es un atrezo; un complemento; un
aliciente que alimenta nuestro espíritu navideño —como el alumbrado navideño que
nos incita a comprar—. No vamos a debatir ahora el sentido de la Navidad porque
eso, valga la redundancia, da sentido a este libro. Y no lo he explicado en
este párrafo. El verdadero sentido de la Navidad lo aprenderán nuestros
protagonistas como una herramienta que les permitirá celebrarla con lo poco que
tienen y los pocos que tienen: su padres y su canario.
Ya sí que voy poniendo el
punto final. Por último, os digo que lo he escrito con la idea de que los niños
no se limiten a leer; a escuchar una historia que alguien les cuenta. Como os
decía al principio, en esa inspiración di en un libro del estilo con una última
página dedicada a unas preguntas para que los lectores digan qué les ha gustado
de la historia y similar. Además, se me ocurrió algo más. También es
interactivo en el sentido de que los niños se hagan preguntas y traten temas
con los mayores; también en aspectos más mundanos pero interesantes para ellos
como que pregunten a los mayores qué eran las pesetas.
Ya sí que me despido por
el momento. Gracias de antemano por darle una oportunidad. Y más os agradeceré
vuestras opiniones, ya no para saber cuántos lo han leído ni mucho menos
cuántos he vendido, sino para conocer cómo lo han percibido niños y
mayores. Termino con el vídeo del ejemplar en tapa blanda.