sábado, 21 de diciembre de 2024

Presentación de "Miguel y Martina y el sentido de la Navidad"

 


Podéis tomar asiento. Vamos a esperar unos minutos más a que estemos todos. Disculpad que no os pueda ofrecer café y unos mantecados… imagino que lo comprenderéis. Tampoco puedo ofreceros ejemplares, sino que tenéis que adquirirlos exclusivamente en Amazon. Bien, ¿estamos todos?

Muchas gracias por asistir a esta presentación del que es mi quinto libro…. [inserte aquí risas].

 

Hay que tomárselo con humor. Algún día podré presentar algún libro futuro de manera normal. Para que tengáis una idea del que nos atañe, qué más da escuchar una charla en un salón de actos que leer aquí lo que diría en ese supuesto. Ahora sí, comencemos.

No puedo estarme quieto. Al mes de publicar El Chaparral, allá por agosto, me apeteció escribir algo para Navidad y esta vez dirigido a los protagonistas del espíritu navideño: los niños y los mayores que mantienen vivo al niño que lleva dentro. Después de la reciente polémica con lo de «niñombre», o también «niñajer», por mi parte a mucha honra. Y ese niño que llevo dentro quiso escribir lo que en principio no sabía si sería un relato o una novela. Como ya es habitual, antes de comenzar a escribir un nuevo libro me gusta empaparme del trabajo de los demás. Por casualidad encontré en uno de los repositorios de mi ciudad un libro infantil ilustrado. Era mi primera incursión en la literatura infantil, así que seguí documentándome por doquier. Tenía nociones sobre psicología infantil, quién no, pero quería hacerlo bien. Aprendí una regla de oro: los libros infantiles no pueden escribirlos niños; ni siquiera los niños que llevamos dentro. Ahí entré en conflicto porque ya tenía planteada la historia, y ya os digo que autobiográfica. Al final comprendí a qué se referían. Hay que escribir para niños teniendo en cuenta la forma en la que te diriges a ellos; si pretendes contarles una historia entretenida sin más o además transmitirle una moraleja; sin hablar en el caso de la ilustraciones de los colores, las formas y la propia puesta en escena. 


 

Aquí veis mi técnica para ilustrar, ya favorita y eficiente, mediante lápices acuarerables y para la ocasión perfilado con rotu. Me chupé un blog de acuarela de Canson en formato A5 y pasé al de A4, donde dividí algunas páginas para sacar dos por cada.

Ya lo tenía todo para que el adulto que soy contara una historia a los niños sobre el niño que fui. Ahí tenéis, de hecho, que el protagonista se llame Miguel, entre otros aspectos que os contaré a continuación. Y respecto a Martina, es más especial si cabe. El mundo conocerá a la verdadera Martina dentro muy poco; el mes que viene si salen las cuentas. Tuve en mente que cuando crezca y vaya tomando conciencia, su tito ya quiso rendirle homenaje cuando aún estaba en el vientre de su mamá.

Salió un relato de 12234 palabras que escribí en seis días: del 14 al 19 de agosto. Lo escribí muy rápido y lo disfruté muchísimo, como os adelantaba, al rememorar mi experiencia por la cual siempre mantendré vivo ese niño interior y ese espíritu navideño. ¿Qué puede tener de interesante? Para quien le atraiga algo como esto, y me refiero a las Navidades desde el punto de vista de una familia de barrio como la mayoría que no vivimos ni nos hemos criado en palacios. Con esta historia reconozco el esfuerzo que hacían mis padres por ofrecernos a mí y a mi hermana unas Navidades inolvidables (inolvidables que no lujosas). Ahí está el quid de la cuestión. En un mundo que observo cada vez más gris y complicado (que no complejo), me aferro a mi infancia; claro que sin olvidar que soy adulto. Ya me entendéis y, por cierto, ya profundizaré en mi relación con la nostalgia en una reflexión en el blog hermano. Respecto al tema, me sorprendí al recrearme en recuerdos del año en el que se ambienta este libro, Navidades 1991-1992, en las que tenía tan solo tres años. Uno de los que destaco, cuya ilustración podéis ver de pasada en el vídeo donde muestro el ejemplar en tapa blanda, es una tarde en la que me llevó mi padre en tren a Cortylandia de la vecina Sevilla. 


 

Hasta la fecha sigue siendo más importante de mi vida… incluido ese dedal. En otra escena transcribo la letra de Duérmete niño, pero ninguna versión que podáis encontrar en internet (por cierto, versiones feísimas respecto a la nana que me cantaban). Y en el aspecto visual, en la ilustraciones veréis la habitación, el árbol, el belén y algo más de mi antiguo piso (para los de Latinoamérica en España es sinónimo de vivienda departamento). Veréis que junto con los recuerdos he tirado de álbum de fotos. 

Para esta imagen, tras lo leído hasta ahora, sobran las descripciones, ¿verdad?

Con esto voy cerrando esta verborrea tan habitual en mí. Dejamos para el final lo más importante que es el propio sentido de la Navidad que da subtítulo a Miguel y Martina (si leéis el libro, y hasta el final, sabréis por qué lo digo). En mi caso, las Navidades fueron evolucionando, como podéis conocer si leéis la entrada que escribí el año pasado en el otro blog. En mi casa, que éramos pobres y ahora tampoco es que seamos ricos, siempre hemos procurado ser felices y valorar lo poco o mucho que teníamos. Con esto quiero transmitir que el sentido de la Navidad no es lo material. ¿Y lo inmaterial/espiritual? Eso es muy ambiguo. En el libro, a la par que relata una historia atractiva con toques de fantasía, los niños lo entenderán con los supuesto que se dan. Los niños son más inteligentes de lo que pensamos los mayores, de hecho. Algo que a nosotros se nos pasa porque nos perdemos en nuestras complicaciones, ellos captan al vuelo hasta el simbolismo. Os cuento al menos uno de los supuesto un tanto interesante y con esto veis por dónde va la moraleja. Recurro una vez más a mis recuerdos. Era un peque en mi antiguo piso cuando por Reyes pedí la casita de Polly Pocket, que se me antojó al vérsela a mi prima, y la granja de Pinypon. Para situaros en el tiempo, os hablo del año 93 o 94. Nunca olvidaré que los mayores me decían que eso eran juguetes de niñas. A mí me daba igual; era lo que le pedí a los Reyes Magos porque simple y llanamente era lo que me gustaba. Con esto digo que los mayores debemos aprender de los niños con su simpleza y humildad; algo que evidencia en la historia los nuestros protagonistas. ¿No son las Navidades un tedio porque así nos las tomamos? No nos olvidamos de Valencia y en estas fechas menos. Hace un rato, por azares del destino o esos mensajes, me ha aparecido un vídeo en TikTok de Paiporta donde han alumbrado un árbol que sobrevivió a la riada. 


 

¿Qué ganas va a tener esa pobre gente de celebrar las fiestas, si es que pueden con los ánimos y pertenencias materiales y humanas que les quedan? Y sin embargo mirad… Es comprensible que en estas fechas nos acordemos de los que faltan o la familia que no se habla con nosotros, sin contar todo un mar de problemas, pero ¿son peores si las comparamos con los afectados valencianos que como pueden van a celebrarlas? U otras circunstancias que tienen su lugar en el libro. Las Navidades son lo que sientes; cómo las percibes desde el punto de vista espiritual. Lo tangible como es el árbol, el espumillón, los mantecados, los langostinos, los villancicos, los primos de Zamora que vienen a cenar por Nochebuena, las luces e incluso el belén, es un atrezo; un complemento; un aliciente que alimenta nuestro espíritu navideño —como el alumbrado navideño que nos incita a comprar—. No vamos a debatir ahora el sentido de la Navidad porque eso, valga la redundancia, da sentido a este libro. Y no lo he explicado en este párrafo. El verdadero sentido de la Navidad lo aprenderán nuestros protagonistas como una herramienta que les permitirá celebrarla con lo poco que tienen y los pocos que tienen: su padres y su canario.

Ya sí que voy poniendo el punto final. Por último, os digo que lo he escrito con la idea de que los niños no se limiten a leer; a escuchar una historia que alguien les cuenta. Como os decía al principio, en esa inspiración di en un libro del estilo con una última página dedicada a unas preguntas para que los lectores digan qué les ha gustado de la historia y similar. Además, se me ocurrió algo más. También es interactivo en el sentido de que los niños se hagan preguntas y traten temas con los mayores; también en aspectos más mundanos pero interesantes para ellos como que pregunten a los mayores qué eran las pesetas.

Ya sí que me despido por el momento. Gracias de antemano por darle una oportunidad. Y más os agradeceré vuestras opiniones, ya no para saber cuántos lo han leído ni mucho menos cuántos he vendido, sino para conocer cómo lo han percibido niños y mayores. Termino con el vídeo del ejemplar en tapa blanda.

 


Felices fiestas.

Gracias por leerme

 

Podéis adquirirlo en Amazon.

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