jueves, 3 de agosto de 2023

El origen de "En el nombre de Arcadia. Mensajes de ultratumba" (el libro)

 

Antigua estación de Córdoba, cuya leyenda, originó lo que culminó en En el nombre de Arcadia, Mensajes de Ultratumba. En primer plano, a la izquierda, uno de los varios triunfos a San Rafael Arcángel, Custodio de la ciudad. También ocupa su lugar en el libro.

Yo estaba escribiendo un monográfico acerca de la historia del ferrocarril en Córdoba. Creo que todos tenemos un lugar que nos une y, en mi caso, esa es la antigua estación de mi ciudad. No fueron pocas las horas en la hemeroteca e incluso los viajes a Madrid al Archivo Histórico Ferroviario. En la historia de la vieja estación, me topé con su crónica negra. Muchos murieron arrollados en los pasos a nivel, otros pusieron fin a su vida —y no solo tendiéndose en la vía para que el tren les pasara por encima— o el caso que más me impactó: una mañana de niebla de octubre de 1988, el compañero que pilotaba un locotractor no vio al compañero que realizaba un cambio de aguja.

Recorte de prensa del mencionado suceso. Diario Córdoba, 20/10/1988.

 Por otra parte, en unas obras de remodelación entre 1952 y 1954, apareció un sarcófago romano que hoy se puede visitar en el museo arqueológico de esta ciudad. 

Recorte de prensa en el que se deja constancia de la necrópolis romana. Diario Córdoba, 29/09/1988.

En el proceso se sucedieron sueños o… pesadillas. En todos merodeaba la desvencijada estación y sentía que algo trataba de captar mi atención. Nunca olvidaré, a pesar de que los escribí todos, fue ese en el que entré por una puertecilla —con el edificio ya como sede de la RTVA— y bajé unas escaleras. Aún suena en mi mente esa voz que pedía ayuda. Allí abajo, un enterramiento de época romana. Un demonio mantenía atrapadas a esas almas que gritaban por ese que las liberara. En el otro también entré por una parecida puerta, aunque el edificio ya estaba en ruinas tras la clausura como estación. Al otro lado, la sala de espera de una morgue. No faltaba la portezuela del horno crematorio. Aunque todo estaba abandonado y ni los que vi sentados daban señales de vida. Eran muertos. Bajé a otro sótano y allí estaba la mesa de autopsias. El forense aún conservaba la bata blanca, pero, más allá de eso, era huesos, polvo y la maraña de pelo que conservaba en su cráneo.

Ese libro lo tengo en standby. Sería un crimen no terminarlo después de 100.000 palabras. Sí, los libros se miden en palabras. En el nombre de Arcadia ha quedado en 110.000 y, para comparar, Juego de Tronos tiene 298.000; Orgullo y prejuicio, 122.685. Como ya confesé en otra entrada, soy de dejar algo a medias y empezar otra cosa; ojo: para terminarla en otra ocasión. Por ese entonces, ya en la época de la pandemia, me hice mi dossier en el que anoté desde los sueños hasta la mencionada crónica negra. Le daba vueltas al asunto y la sugestión entró en juego: ¿Y si quisieran advertir de algo? Era irónico en el momento que atravesábamos. Me inspiró para una novela. Fue ahí cuando me empapé de teoría acerca de escritura creativa. Es de recibo agradecer a quienes, de manera desinteresada, comparten sus conocimientos en ese vasto mundo que es la red. Esta historia la titulé La vieja estación y comencé con el «método de nieve». Llegué a tener un buen desarrollo de los personajes y un argumento interesante. Quería escribir una historia de terror y podría poner en la portada «basada en hechos reales».

El cómo el confinamiento afectó a la sociedad influyó mucho. En ese tiempo el que pasamos del «todo va a salir bien» a descargar la zozobra unos contra otros, me eché después de comer y me relajé con uno de esos vídeos de música ambiente. Ahí descubrí en verdad el tema de los hobbits de la banda sonora del Señor de los Anillos. Qué paz en contraste con lo que ya sabemos. Leí los comentarios y todos coincidían en que les gustarían vivir en un lugar como la Comarca. Otros hablaban del maestro Tolkien y lo que quiso trasmitir con su obra, hoy reconocida como la biblia del género de fantasía. Busqué por internet lugar pastoril, el paraíso terrenal, y me apareció la región de la antigua Grecia que a grandes escritores inspiró: Dante en su Divina Comedia, la Arcadia de Lope de Vega, Cervantes o Virgilio en sus Bucólicas. Para otros, vivir en armonía con la naturaleza, en libertad, en discordancia con la vida ociosa de la grandes ciudades de Roma y Grecia, era cosa de salvajes campesinos. Polibio y Ovidio lo veían de esa forma. Este dilema tiene su influencia y la Arcadia de este libro y en él se presenta el conflicto que toda historia debe tener.  

La Arcadia pastoril y bucólica retratada por Friedrich August von Kaulbach.

Estaba bien escribir esa novela de terror, pero… bastante terror en vivo teníamos ya con el maldito virus. Seguí trabajando en La vieja estación, pero llegó un momento en el que paré. Se me vinieron ideas, en plan brainstorming: ambientado en la Edad Media, fantasía, se podía incluir terror y, sobre todo, un comunidad inspirada en los hobbits y un lugar en la Comarca. Tolkien quiso trasmitir valores a través de una historia a la que ninguna se le podrá ni igualar. Me influyó en ese aspecto. Por supuesto, comencé por leerme la trilogía de El Señor de los Anillos. A la vez, previa formación y empaparme de eso que llaman wordbuilding, empecé a trabajar por ese mundo que toda historia de fantasía y ciencia ficción necesita. No quisiera extenderme con la jerga cuando lo tenéis en internet, si despierta curiosidad.

La construcción del mundo no es suficiente si se quiere empezar una historia densa; más en el caso de una trilogía y… para empezar. Tras escribir que este mundo se creó con el Big Bang, los pasajes a modo de libro de texto de historia (en verdad, me inspiré en la Biblia, como hizo Tolkien con el análogo Silmarillion) e incluir hasta algunos recetarios con platos y bebidas típicas de Arcadia, pasé a la ficha del libro y al mismo método del copo de nieve. Al igual que pasó con el extenso mundo en el que Arcadia es un región de todo un planeta, el lore de esta primera novela se me fue de las manos: reseñas biográficas de los personajes, descripción física y psicológica, la escaleta con cientos de escenas y un extenso argumento dividido en ochocientos actos. También hay miles inspiraciones y simbolismos que iré desgranando poco a poco.

Me resultó curiosa una costumbre de la reconocida Isabel Allende: cada 8 de enero, coincidiendo con su cumpleaños, empieza a escribir un nuevo libro. Mi cumpleaños es el 31 de enero y, copiota yo, empecé en tal fecha la ficha de la novela que, en aquel principio, titulé Los guardianes de Arcadia. Al final quedó como título de un capítulo. Terminé este informe por verano. El método de nieve te va abriendo el apetito y acaba con el ansia por empezar a escribir la novela. La que nos atañe la comencé el 12 de julio de 2021 y al poco le cambié el título. Quizá me influyera El nombre de la rosa de Umberto Eco. «En el nombre de Arcadia» se me vino de repente, como las frases que al momento anoto en mi libretilla para que no se me olviden. Suena a «En el nombre de Jesucristo». Por ahí va la cosa. No voy a entrar en detalle, que sería tan extenso como el lore o este mundo ficticio. Se trata de que el lector perciba por sí mismo. Una regla de oro para los escritores es no dar todo hecho; que el lector piense y nos lean con la mente abierta. De ahí que destaque la frase que se encuentra en las primeras páginas y en una de las solapas. 

Antes de comenzar a escribir, me confeccioné este mapa (en principio dibujado con indeleble y terminado en digital). Iba a ser el definitivo y, bueno, fue un apoyo a la hora de escribir el viaje de los personajes. Por cierto¿ A qué región os recuerda? Aquí tenemos otra fuente de inspiración.
Uno de los dibujos que hice para el booktrailer. En el libro estas son las marismas del bajo Abaíndeva. En la realidad, encontré inspiración en las Marismas del Guadalquivir. Al fondo, el pueblo de Tanimach está inspirado en Lebrija (Sevilla); donde están mis raíces y el que considero como mi segundo pueblo.

No sé cómo lo escribí tan rápido. En comparación, En busca de su encuentro, con 42.000 palabras —las que tiene solo la mencionada ficha de la novela— lo terminé en tres años. Claro que, al primero le dedicaba ratos de vez en cuando y este varias horas todos los días. Esto no es ego, es la verdad: me enganchó como el lector que no puede dejar de leer. Terminé el primer borrador o manuscrito —los que conocen la jerga de los escritores sabrán a qué me refiero con «primer borrador»— en la Nochebuena de 2021… y en torno a la medianoche. Por entonces ya tenía contacto con la editorial, que merecerá una entrada propia en la que contaré mi gran experiencia, y les comenté en broma que Papá Noel me trajo el terminar el manuscrito. Poco después empezamos a trabajarla hasta convertir ese borrador en la obra que hoy ve la luz.

    Por cierto, ¿y qué relación tenía la antigua estación y los sueños? Trasladé mi experiencia y, la historia que iba a relatar en La vieja estación, al personaje de Maddox.

Aquí un fragmento, extraído del mismo Word, que narra uno de los sueños de Maddox. En realidad, este fue uno de los referidos al principio. Solo hay que cambiar la Casa del Jardinero por la vieja estación.

   Aunque, Maddox no es mi alter ego. He repartido partes de mí entre muchos personajes y muchos otros están inspirados en personas que considero muy interesantes y queridas, por supuesto. En lo que respecta a esta historia, encontré ese final; el significado que quise darle. Vamos a hablar claro: el mundo postpandemia quedó hecho una pena (por no decir una grosería). Y lo tomé como una misión: salvar al mundo [inserten aquí risas].

   Las redes son una ventana en la que observamos a la sociedad; la mentalidad de la mayoría. No solo en comentarios de Facebook; mis amigos, que trabajaban de cara al público, notaron que la gente estaba a la defensiva; llegando en muchas ocasiones a faltar al respeto. Y era comprensible. Estar encerrados durante tres meses, a unos les afectaron más y otros pudieron sobrellevarlo mejor. Ni qué decir de la influencia que contabilizar miles muertos, ver el Palacio de Hielo de Madrid tapizado de féretros o quienes vivieron la experiencia. Ahí fantaseé y me imaginé que esas voces de ultratumba de la vieja estación advertían de ese cataclismo que estaba por llegar. Por eso escribí este libro como respuesta a esos mensajes de ultratumba. Arcadia es un reino en la novela y las tramas son entretenidas, pero no quise que quedara ahí. No puse en el sitio de Facebook «Bienvenidos, arcades» porque sí. Si Arcadia traspasa las letras y se convierte en una comunidad en la que ensoñamos con el legado que nos dejó la bucólica de la antigua Grecia o la Comarca, en la que nos unamos frente a los problemas que a todos nos afectan, en donde vuestra voz sea enriquecedora, lo que comienza con un libro habrá cumplido su propósito. Y tampoco consideremos ostentosa la idea de una comunidad. La página de Facebook, Twitter, Instagram y tanto este blog como Así es la vida, pretenden ser ese lugar de encuentro de la Arcadia virtual. ¿Por qué? Imaginad a dos que discuten porque ha perdido el Madrid y ha ganado el Barça, pero ambos trabajan 12 horas y aún así se les atraganta la hipoteca y les han llegado el aviso de desahucio. Al ejemplo me remito. Pero que Arcadia quede en unos libros o transcienda a una comunidad, eso ya no están en mis manos; depende del jurado: vosotros. 

Nada es irrelevante en esta historia. Ya en este escudo de Arcadia, la espada contra la horca (símbolo de la lucha entre el pueblo y el poder) por la tierra roja de Arcadia, va implícito uno de los muchos mensajes. Como autor, pretendo hacer pensar al lector; partícipe como un arcade que viaja más allá de las letras.

 

Lo primero a destacar es el marcapáginas personalizado, cortesía de la editorial. Por detalles como estos y muchísimos más, de entre miles de editoriales de autoedición, elegí Ediciones Arcanas. Aquí tenéis la sinopsis. La imagen representa a Kelvin, el bardo, escribiendo la historia con la que da comienzo En el nombre de Arcadia.


 


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