martes, 19 de diciembre de 2023

Presentación de "La Navidad de los ambulantes"

 


Acabo de publicar en el blog hermano la entrada dedicada a mi amiga en relación con el pen que me regaló y el cual utilicé para imprimir la copia que presenté en la oficina del registro. Ya os digo que no me puedo estar quieto; tengo que dirigirme a vosotros en todo momento. Yo creo que me callo y me convierto en estatua de sal. Y dejando las divagaciones, vamos al grano.

El 6 de septiembre publiqué la reseña de El gran robo del tren de Michael Crichton. ¿Conocéis el efecto mariposa? En este caso, tuve que leer este libro que durante años tuve pendiente y arrumbado para que surgiera la idea. Ya comenté en la reseña que está ambientado en la Inglaterra victoriana y pertenece al género de novela negra americana (la diferencia radica en que en lugar de investigar un crimen se enfoca en la planificación por parte del criminal). Hubo aspectos que me llamaron la atención como fue la recreación del contexto histórico: desde la descripción de la estación del Puente de Londres hasta aspectos sociales de la época como era la diferencia de clases. Ya que conocéis mi novela corta y con estas pinceladas, deduciréis que este libro fue mi fuente de inspiración y que mientras lo leía ya pensaba en escribir algo similar.

El mismo 6 de septiembre escribí el argumento —ni siquiera me paré con fichas de personajes y escaleta— y también en el mismo día comencé el libro. Los dedos se me iban solos. Yo mismo pensaba: «ni siquiera tengo reseñas en En el nombre de Arcadia. No sé si a los lectores les gusta mi estilo. ¡Ni siquiera sé si tengo muchos o pocos lectores! Pero me da igual porque escribo porque me gusta; al margen de si vendo, no vendo, tengo reseñas o no». Ya hablé en este blog acerca del tema. Ahora que está de moda emprender hay quienes se plantean: «¿monto o un bar o publico libros?». Sirva para ilustrar para reafirmar que no escribo por dinero, sino para que me lean y, más allá de eso, para compartir la historia que os quiero contar. Y si esa historia consigue que alguien que pasa por un mal momento sonría, todo habrá merecido la pena. Esto no es una frase bonita; es que, sinceramente, lo siento así.

El aspecto económico está muy presente en la obra como también deduciréis después de esta introducción. En la obra, Robert Barclay debe hacerles pasar las mejores Navidades de su vida a la familia Watson que son los ambulantes. Los Watson que, en Navidades anteriores, mientras todo el mundo se sentaba a la mesa con los suyos con ese pavo presidiéndola, cenaban en Nochebuena pan migado en leche; cuya hogaza les tenía que durar para los nueve miembros todo el día. ¿Cómo personas sin recursos van a pasar unas Navidades felices? Esa pregunta me motivó a escribir esta obra. Y esto no me viene de ahora. En primer lugar, no me he criado en el palacio de Buckingham y no creo que un día tenga un chalet en La Moraleja y un yate en Marbella. También lo observo en mi entorno más cercano. Mis amistades —sin excepción— madrugan, trabajan, miran los precios cuando hacen la compra y están pendientes de si el banco les pasa los recibos o no. Yo creo que como casi todo el mundo, ¿no? Y ya admiro, además de quienes son felices en circunstancias adversas, como digo en la frase que destaco al comienzo del libro, aquellos que dan limosna cuando supone un sacrificio porque a ellos tampoco les sobra el dinero. Como decía, esto no me viene de ahora. Pero, como lectores, hay algo que quizá juegue más en contra que el dinero y es la falta de tiempo… también de ganas. Una persona que sale de trabajar y sigue trabajando en su casa y, aún, necesita horas para estudiar porque se está formando, cuando puede lo que quiere es dormir; lo poco que podrá dormir hasta que el despertador vuelva a sonar. Por cierto, vaya mi reconocimiento hacia ellos. Por supuesto, también tiene su reflejo en el libro. Lo acertado de una novela corta, es que puedes leerla en ese poco tiempo libre que tienes. En este caso, en tapa blanda ha quedado en 146 páginas y tapa dura en 110. El que sea una novela corta, junto con un precio asequible, es otra forma de procurar que llegue a todo el mundo.

Os voy a meter una lección de historia… personal.

Cuánto ha llovido desde diciembre de 1999. Mi primo Juan Antonio me regaló un ordenador; era un Canon con el monitor de pantalla de fósforo y el MS-DOS. Además de los caracteres verdes muy luminosos —responsables de que utilice gafas para leer y escribir—, recuerdo que con el Efecto 2000 creía que el ordenador se iba a volver loco incluso en plan Transformers. Entre todo lo que ofrecía me llamó la atención Word. Ahí salió mi primer relato; incluso antes de que escribiera en un bloc Azahara Abajar. En ese tiempo mis padres me llevaban a ver el alumbrado y la decoración navideña del centro y me fijaba en las personas sin hogar que dormían entre cartones en un cajero. En Navidad se nos ablanda más el corazón y máxime en los niños (por entonces era uno de ellos, pues tenía 10 años). También he tenido siempre muy presente, ahora que se cuestiona la asignatura de Religión en los colegios públicos, lo que dijo mi profesora: «Para arropar al Niño Jesús y que no pase frío, ofrécele una manta a un pobre».

1999 – 2009… una década después llegó a mi vida Dickens y su Cuento de Navidad. Cómo no, también está presente en La Navidad de los ambulantes. Los Watson lo idolatran y también los ricos. Porque Dickens, que conoció la pobreza, que trabajó de niño en una fábrica de betún para aportar algo de dinero en casa, aprovechó su éxito como escritor para obrar por esos necesitados de los que él formó parte. Tanto se sacrificó que murió agotado tras una de las giras de lecturas públicas. Y luego llegó la moda navideña —tal y como perdura hasta nuestros días— que él implantó, en especial, gracias a Cuento de Navidad: la nieve, el árbol, el pavo, los villancicos, etc. Pero eso es algo accesorio. Tanto Dickens como mi yo de 1999 (y el de ahora también) enfatizamos en el verdadero espíritu navideño. Antes que poner el árbol o planear el menú de Nochebuena y Fin de Año, antes que el aspecto material está el espiritual. Y aún vamos más allá —algo que también se plasma en el presente libro—, si vas a hacer una buena obra, no la hagas por ser Navidad, obra durante todo el año. Ya veis que este libro, como en la obra del escritor victoriano, se articula en la crítica social para mostrar los temas a destacar. Claro que hemos evolucionado desde el S. XIX. Eso es algo que también quiero subrayar: al recrear otra época miramos hacia atrás y vemos cuánto hemos evolucionado y cuánto nos queda.

A grandes rasgos, para terminar el aspecto argumental, os comento que encontraréis tintes de fantasía, hay espíritus —cómo no en mí— aunque, como consideré obvio, el terror aquí no pinta nada. Son fantasmas al estilo de Dickens, vamos, que no dan miedo, sino que más bien cumplen una función emotiva; también actúan como mentores.

 

En el aspecto técnico del libro no voy a entrar aquí en detalle. Desde el primero acostumbro a dedicar una entrada en la que aportar detalles como el ISBN, nº de páginas, sinopsis y formatos. Ya he dicho que surgió todo de repente y gracias a Dios lo escribí rápido. Podría haberlo terminado antes, pero entremedias dediqué octubre a la serie ¿Te atreves a entrar? y algunos dominicales. Ha sido un milagro llegar (no tendría sentido haberlo publicado en febrero). Y no solo escribir, al terminar el manuscrito darle no sé cuántas vueltas para corregirlo. En todo libro sueles documentarte. Tenemos la suerte de encontrar en internet toda la sabiduría habida y por haber (estaréis pensando en Wikipedia). Quería recrear la ambientación histórica. Alguna licencia creativa hay. Por lo verídico, encontramos personalidades de la época como George Barclay Bruce que fue ingeniero y uno de los pioneros en las minas de Río Tinto. Su sobrino, aquí ya en la ficción, habría sido el protagonista, Robert Barclay; con esto digo que encontraréis una relación entre España y Reino Unido. Una vez más sé lo que estáis pensando. Hay una alusión a Gibraltar y otra a Trafalgar. Tenemos al director del Banco de Inglaterra; a los historiadores les sonará la familia Rothschild; aún en la actualidad muy influyente. Y siguen miles de personajes más. Pero hablando de relaciones entre nuestros países, una de las niñas de los Watson se llama Beatrice en honor a la hija de la reina Victoria. La princesa Beatrice fue la madre de Victoria Eugenia, consorte de Alfonso XIII. Aquí tenemos otro guiño dichos lazos hispano-británicos.

Respecto a las localizaciones puede parecer gracioso. Contrasté fotografías e información de época con esa ventana al mundo que tenemos al alcance con Google Maps y más con Street View. Pero es mejor Google Earth, del cual me he servido desde para encontrarle hotel al señor Barclay (el Brown), el restaurante al que van después (el Rules) o los nombres de estaciones, calles, avenidas, plazas, puentes, etc. Continuando con la fidelidad, en menor o mayor grado, lo curioso es que este libro bien podría ser una guía del Londres de 1875. Encontraréis mayor interés en este aspecto aquellos que habéis viajado a dicha ciudad.

En el proceso, las ilustraciones darán para otra entrada. Como decimos aquí, vaya pechá de acuarelas que me pegué. El manuscrito lo terminé el 15 de noviembre y al día siguiente empecé con las ilustraciones. Diecinueve en dos semanas. Me bebí un block de papel acuarela de la marca Canson, tamaño cuartilla. Algunas las utilicé, previo filtro de caricatura en Photoscape, para el booktrailer. Las tenéis en blanco y negro en el formato tapa blanda y en color si adquirís el libro en tapa dura.

En cuanto a la edición y para terminar con el lanzamiento, mi propósito era ofrecerlo gratis. Como decía al principio de esta entrada y diré siempre, no escribo por dinero. Por ejemplo, mientras con la editorial estaba en el proceso de corrección de Mensajes de ultratumba ya estaba con el manuscrito del segundo de la trilogía; sin saber el éxito que tendría el primero. En el caso de La Navidad de los ambulantes, ya que aborda el tema de solidaridad y obrar por los demás, ofrecerlo gratis lo reforzaría. Ya por entonces tenía previsto autopublicarlo en Amazon y, si era gratis, solo podía ofrecer la versión digital. Pero aprendí algo: Amazon deja que ofrezcas tu ebook gratis durante un máximo de cinco días. Incluso pensé en subirlo a Google Drive y pasaros el link de descarga del PDF. Pronto recapacité y para la versión digital elegí el simbólico precio de 0,95€. Iba a ponerlo a un euro, pero… quedaba muy cutre. 0,95 es más fino; precio de comercio. En Kindle Direct Publishing (la editorial de Amazon) ofrecían además la opción de publicar en tapa blanda y tapa dura mediante el método impresión bajo demanda. Aquí ocurrió también algo gracioso. Maqueté —y en Word… Los que hayáis usado InDesing conoceréis la diferencia— para un formato que ha quedado para tapa blanda. Con tapa dura, con otras dimensiones, la maquetación se me fue al traste. Eso conllevó volver a corregir, cuidar lo que se conoce en el argot como viudas, huérfanas, ladronas o que no quedaran rayas (—) aisladas. No hay mal que por bien no venga. Para una próxima ya aprendí herramientas como el símbolo «ligadura» que sirve para subsanar el problema de dichas rayas. Y con los guiones tuve hasta pesadillas. Os pongo un ejemplo de algunos errores:

«Estaba Ro-

bert aislad-

do.».

Ya es para partirse de la risa el que para que no aparezcan los números de página en las primeras, las tapé con «dibujar cuadro de texto/relleno blanco/sin bordes». El mérito (no me estoy poniendo flores) es buscarte las habichuelas y hacerlo lo mejor que puedes con lo que tienes a mano. Lo comparo con los niños que hacen collares de macarrones para regalárselo a su padres o su madre. Les gustará más que si ha roto la hucha y lo ha comprado, porque lo ha hecho con sus propias manos. A esto se le llama la filosofía DIY, la cual, antes de que tuviera nombre, desde pequeño cuando dibujaba todo lo que veía o lo reproducía en plastilina, abrazo y con la que me identifico.

Termino de escribir esto unos días después (el 12 de diciembre). Ya os digo que lo de «Juan Palomo, yo me lo guiso yo me lo como», lleva mi nombre. Entremedias se me ocurrió para el día del lanzamiento hacer videomontaje del meme del libro de Dross, Luna de Plutón. Acabo de terminarlo y se lo he enviado por correo para pedirle permiso, ya que he usado su locución. Dentro de tres días saldremos de dudas y si me autoriza lo adjuntaré también aquí. Esto es como hacer una maqueta. Cuando la terminas ya no tiene gracia. Disfrutas en el proceso.

Antes de terminar aplico una máxima del Evangelio, y aprovecho para decir que las incluyo en el libro. Dice así: «Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis». Está presente en la obra, pero quería que transcendiera; lo que llamamos «metaficción».

Creo que ha sido suficiente; os he dado bastante la murga y he abusado de vuestro de tiempo. Os agradezco que os hayáis parado a leerlo, el interés que mostráis en este libro y, de antemano, por adquirirlo. Como se suele decir, espero que os guste. Pero os gustará o no. Todo queda a vuestro criterio y en vuestras manos.

Gracias por leerlo.

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