miércoles, 7 de febrero de 2024

Este es el currículum que quiero echar

 


Siento no querer dedicarme al sector sanitario —como auxiliar de enfermería— y sociosanitario. En definitiva, he sido un buscavidas y no le he hecho ascos a otros empleos que podía desempeñar, como en limpieza; en concreto, en saneamiento. Eso no resta que haya perdido mi vocación por ayudar a personas dependientes, que, al fin y al cabo, fue para lo que me formé en lo académico.

Pero, como el amor y los propios sentimientos, llega un punto en el que uno no manda en lo pasional. Lo siento, pero quiero trabajar en lo que me gusta. Cambiando un pañal o aseando al usuario lo hago con la profesionalidad para la que me preparé, pero siento que no me sienta realizado; no sea a lo que quiera dedicarme. Espero que haya sido una etapa que me ha aportado muchísimo —cómo no viniendo de una persona dependiente que lucha contra sus bazas y con ello te enseña— hasta como autor. Ahí está la inspiración en lo que escribo; ya le dediqué una entrada en el blog.

Puede parecer que esto es un capricho relativamente reciente. En la reflexión del pasado domingo ya dije que no empecé a escribir ayer. Veinticinco años ya. Y dibujando desde que tengo uso de razón. Mis padres conservan —o eso espero— mis dibujos de cuando estaba en preescolar. Aprovecho para enseñaros el diploma del único concurso que he ganado en mis 35 años de vida. Fue un concurso de dibujo en el colegio, en 1º de primaria. En el diploma pone «participación», pero porque era genérico para los compañeros que participaron. Como para no olvidar ese momento en el que me eligió un jurado ganador por un dibujo del que recuerdo mucho azul, mucho cielo y sin salirme. Pero es que incluso recuerdo de la guarde el darnos las notas y destacar en Dibujo y Colores; también una bronca de mi madre porque me pusieron «regular» en Lenguaje. De la escultura y mi pasión innata con la plastilina y la arcilla ya hablamos otro día.

Este ha sido el único concurso que he ganado en mi vida. Desde este verano me estoy moviendo más, también concursando en certámenes y sorteos, pero hasta ahora no he sido agraciado... ni con el reintegro de la lotería. Luego que si me río de mí mismo. Si es que la vida me lo pone a huevo.

 

Con esto os digo que esta es mi vida desde pequeño. Como hobby todo era de color de rosa. Lo que hacía, y creo que mantengo esa consideración, lo hacía para mí y porque era lo que me gustaba; sin más interés que enseñarlo y que me dijeron «¡qué bonito!».Eso cuando pintaba donde debía. ¡Cómo no!, yo era de los que pintaban en las paredes. Pero parece que a mi madre le gustó que ilustrara, y con dos añitos que tenía, el libro Tratamiento natural de las enfermedades infantiles del Dr. H. M. Stellmann, que precisamente consultaba cuando me ponía malo. 

Ya con dos años, en el 91, expresaba lo que veía. Como veis, esto dibujaba después de una tarde en la antigua estación de Córdoba.

Ya veis que, al menos, respetaba el texto.

Mi madre lo firmó por mí. Ya veis que llevo dibujando desde que tengo uso de razón. Este es el libro ilustrado por mí que conservo, pero no fue el único, claro.


Este lo recuerdo sobre finales de los 90 o principios del 2000, cuando el Cristo de la Agonía de Córdoba salía de una ermita en el monte. Desde siempre, igual con la escritura, expreso lo que veo.

También he de comprender que llevo tiempo promocionándome en redes (meses) pero me da la sensación de que esto no termina de arrancar y no puedo avanzar como ya me gustaría. Ya traté estos temas con mayor profundidad aquí y aquí, respecto a trabajar de lo que nos gusta; alcanzar estas metas. Intento ir al grano que ya me conocéis cuando caigo en divagaciones.

Empezando por anteanoche que tuve una pesadilla en la que estaba en la casa de Lebrija y se aparecía un niño que quería jugar conmigo. Pero enseguida me aterroricé porque, aparte de la mera aparición, supe que tenía delante un demonio que se me presentaba en la forma de niño. Traté de esconderme en las habitaciones, creí perderlo de vista hasta que me encontré con mi Boby. Se le encendieron los ojos rojos y también se le iluminaban los orificios del hocico. Salí de la casa, mi perro, ahora demoníaco, no dejaba de mirarme como el depredador que espera el momento para atacar. En un momento dado el demonio abandonó el cuerpo y se me presentó. Lo más aterrador, y así lo sentí en la consciencia del mismo sueño, fue que vi a… (no voy a nombrarlo), el que aparece en la película de El Exorcista creo que en la cocina con aspecto humano. Aquí llegó el clímax que hace que te despiertes. Me desperté en mitad de la madrugada, pero no quería ni abrir los ojos. Tenía miedo de volver a dormirme y regresar a la pesadilla. Volví a caer y esta vez soñé que empezaba a trabajar en un restaurante que era un chalet varias plantas, una de ellas dedicada íntegra a la cocina. Todo parecía normal de no ser porque estaba encantado. Procuraba centrarme en el trabajo en la cocina, pero sentía que los espíritus me llamaban; es más, los percibía como meras presencias. Ya estaba al límite y me ausenté como si fuera al baño. Pero salí por una ventana, trepé por la fachada hasta la planta de arriba que estaba abandonada y ahí se concentraba toda esa energía. Me asomé, no vi nada fuera de lo normal, pero percibía que los espíritus que me llamaban me esperaban. Pero ya me desperté.

Cuento esto porque parece ser que las pesadillas responden a nuestros demonios interiores; cuando no paramos de dar vueltas a ese tema que nos preocupa. Al día siguiente (ayer martes), seguí. Este tema va en aumento. Odio verlo de este modo, pero si quiero trabajar de esto, tengo que obtener beneficios. Mientras tanto, y comparándome con la inmensa mayoría que tienen trabajos normales y duros, me siento un nini. Con mi entorno cercano lo hablo mucho cuando me aconsejan que busque de lo mío, al menos, mientras tanto. Soy consciente de que estoy construyendo castillos en el aire e incluso tengo pajaritos en la cabeza. Ahí se presenta el primer dilema. Lo que sí os digo es que llevo ya un tiempo (unos añitos) tomándomelo como un trabajo. Por ejemplo, con la escritura, más cuando estoy escribiendo un libro como fue el de En el nombre de Arcadia o este último, La Navidad de los ambulantes, procuro mantener la constancia hasta el punto de considerar mis sesiones de escritura como una jornada laboral más. Los detalles hablan por sí mismos. Me di cuenta cuando había días en los que me apetecía, pero me obligaba. Algunos días me los tomaba de descanso y me sentía fatal. Yo mismo me decía que todo el mundo el no tiene las mismas ganas de ir a trabajar todos los días, pero nadie dice: «hoy paso de ir a trabajar. No me apetece». Y hablo yo de trabajo. Por eso digo en broma lo de «un trabajo normal». Comprendo que todo el mundo que madruga, se parte el lomo, gana una miseria para hacer frente a todo lo que bien sabemos, esto son castillos en el aire y pajaritos en la cabeza. Ahí está esa batalla interna. A veces me llego a preguntar: ¿estoy haciendo algo con mi vida? O quizás este es el comienzo y está resultando difícil; tampoco me esperaba que fuera fácil. Esa es la mayor baza, a las que se le añaden las que desarrollé en esas entradas que enlazo más arriba. Resumiendo, estoy muy maniatado (amordazado, no tanto, porque gracias a Dios me puedo expresar. Aunque siempre con mucho tiento). Ya me gustaría vender por mi cuenta; tanto los libros como los dibujos. Cuando voy por las zonas más turísticas de mi ciudad y veo esas mesas con láminas para la venta me da envidia de la sana. Y si no de manera presencial, en nuestro tiempo tenemos la ventaja de internet. Ni siquiera puedo organizar un crowdfunding. Hasta podría monetizar los blogs, aunque, alcanzando unos requisitos con un mínimo de seguidores y visualizaciones. Pero me daría de boca contra el mismo muro. Se nos explica aquí.

De esto hablo a menudo con mi entorno cercano. Me dicen que por un poco de dinero que recibas tampoco es que te vaya a venir el FBI a casa. Ya sabemos que la ley no permite ni un euro. Es mejor no arriesgarse. De la única manera en la que puedo percibir es mediante las regalías. Entre muchas formas, autopublicando en Amazon porque los autores en ese caso no manejamos IVA sino la propia tienda, por lo que no tenemos que declararlo, pero sí toda regalía que percibamos. Con el servicio de distribución que ofrece una editorial, pues lo mismo. No tendría ningún problema en darme de alta; de hecho, es lo que me gustaría. Además, así me profesionalizaría desde el momento en el que señale la casilla del epígrafe para escritores y artistas del modelo tal. Tarde o temprano, quiera o no, tendré que dar ese paso. Y aquí hay algo que se añade a mis temores y es que la Administración tiene en cuenta si escribo o dibujo como hobby —y además lo compagino con otro trabajo— o si me quiero dedicar a ello, con lo que se consideraría como actividad económica y me tendría que dar de alta; aunque los beneficios sean 0. Y aquí está el detalle. Hablando en plata, si gano 0 tengo que soltar 300 pavos de cuota al mes; y eso el mínimo. Sí, ya sé lo de la tarifa plana, que los gastos desgravan y, lo primordial, que cotizas. Ya me gustaría. En mi opinión, consideraría más justo el que la cuota fuera proporcional al cómputo de beneficios y gastos. Esto me recuerda a una escena de Los Simpsons en la que dice Homer: «¿Cuánto es el % 0? ¡Y no me diga que 0!». Para la Administración sí que el %0 es un valor mucho mayor. 

Ya no digo que te quede para sacarte un sueldecillo, sino el hecho de algún mes o varios no ganar nada. De hecho, eso es común en ilustradores o escritores profesionales en el ámbito periodístico. Supondría ponerlo de tu bolsillo, y si es que tienes para pagar la cuota. Todo esto reflejo en lo que escribo. De hecho, el segundo de la trilogía de Arcadia arranca con esta problemática.

Y retorno a mis libros. La Navidad de los ambulantes, aparte de que lo escribí porque quise y disfruto con lo que hago, supuso una prueba. Tanteé cuánto tardaba en escribir una novelita corta, dedicándole tanto al día y, según el número de palabras/páginas, qué beneficios podría obtener. Y aquí otra problemática. Bueno, me lo tomo con humor. Anoche mismo consulté los informes y seguía la única venta; además en e-book. En concepto de regalías me gano 32 cents. Pero lo gracioso fue comprobar que aún no lo ha leído. Para los que no lo sepan, en estos informes de la editorial de Amazon (KDP) aparece hasta las páginas leídas en e-book.Pero bueno, tomándolo con optimismo, lo que no se lee hoy ya se leerá mañana. Además comprendo que vivimos en la cultura de la inmediatez/impaciencia.

Lo que no me voy a quedar es quieto. Ya por cabezonería. Volvemos a lo mismo: aún sin ganas, acudes religiosamente a tu trabajo. Empecé hace una semanilla o cosa así algo ambientado esta vez en el mundo de Arcadia. No me gusta verlo de esta forma, pero si da para otra novelita corta la publico en Amazon y me dará beneficios o me pasará como con los Ambulantes. Pero como no conseguiré nada es quedándome de brazos cruzados. Ahí está: sin saber procuro seguir adelante. Ni siquiera tengo un mínimo de opiniones/reseñas (más efectivas con detección de fallos que para mí pasan desapercibidos) para saber si es aceptable o no lo que escribo. Yo sigo pa’lante. Ahí aparece otra cuestión: entiendo que esto es proporcional a la cantidad de gente que me conoce como autor. Por lo pronto depende de que hagamos trabajar a los algoritmos para que lo que publico en redes le aparezca a más gente; mejor incluso compartir para que llegue a más. Así se empieza a emprender. Con tienda o un bar ocurre lo mismo. «Boutique Mary». Traerá género de primerísima calidad, los mejores tejidos, alta costura… pero quién va a entrar si nadie conoce ni la tienda ni mucho menos el género. Y encima como esté escondida en un callejón. Y yo porque no tengo esos gastos, pero Mary tiene que pagar módulos, luz, local, facturar y a los proveedores. Ya conté estas Navidades algo que se vio en una mercería de Cádiz que pedía difusión porque ya iba a cerrar. La gente compartió y a los días subieron una foto, ya no con la tienda llena, sino con la gente haciendo cola. Con esto os digo que sin vosotros no hay nada: ya sea bar, Boutique Mary, «me ofrezco a cuidar mayores o niños», libros o cuadros/láminas/pinturas. Por vuestra parte, también tenéis talentos y os gustaría trabajar en lo que os gusta, si no lo hacéis ya. En todo caso, luchad por vuestros objetivos y espero que los demás os echen esa mano tan imprescindible.

Voy a procurar ir terminando. Empezaba con estas dos pesadillas, y consecutivas, para después de haberos soltado esta chapa contaros otro sueño curioso. Quizá tenga esa interpretación de los sueños, por eso lo he contado en detalle con el añadido de lo que me preocupa. Esta noche indagué por internet algo que odio como es «literatura de mercado», por si escribo esa novelita que me dé beneficios sobre un tema que venda en detrimento de lo que me gusta. Tengo varias historias planificadas para lo que salga llegado el momento. Entre estas un caramelito que reservo. Llegué a plantearme anoche empezarlo ya. Pero, por otra parte, y me odio por esto, tiempo que me lleve, tiempo que sigo sin percibir nada. Y contando que no me pase lo mismo que con La Navidad de los ambulantes.

Después de rayarme un día más, es normal que esto se refleje en los sueños, como pasó con las pesadillas de la anterior. Anoche soñé que estaba en mi habitación, tenía desparramados por el suelo los juguetes de mi infancia que conservo de recuerdo. Evidentemente tenía que recogerlos, pero con todo lo que os he soltado estaba bloqueado. Me agobiaba más y más. Creo que hasta de las orejas me salía vapor a presión, como en los dibujos, hasta que reventé y me lie a patadas con la cama. Al poco desperté y después ese arrebato, aunque fuera en sueños, me hizo reflexionar. Creo que la interpretación del sueño es evidente.

Gracias por leerme.

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