martes, 10 de octubre de 2023

¿Te atreves a entrar? PARTE II: Trasmitir miedo

 


Hay una regla de oro que a menudo se incumple. En la ficción de terror se tiende a los sustos y creen que así van a dar más miedo. Termina provocando el efecto contrario. Veo una película en la que constantemente pasan cosas y al final se aparecen todo tipo de entidades y me lo tomo a cachondeo. En YouTube se pueden ver muchísimos montajes que les salen muy mal. No falta ni el típico mensaje escrito con sangre en el espejo. Ves que caen en tantos clichés y que quieren ponértelo creíble o, al menos, asustarte, que no te lo tomas en serio. Sin afán de señalar, por citar un ejemplo que se hizo famoso entre youtubers como Dross o Marijo, el caso de Carlos Name. Me refiero a que importa más la atmósfera que el susto; y que estos deben ser los justos. El terror es como el humor: es muy fácil pifiarla y no asustarás; a menos que pretendas crear terror cómico; lo que vemos en Scary Movie.

El ejemplo perfecto, porque no ocurre nada, lo encontramos en los llamados «Backrooms». Me remitiré a los originales, a los inspirados en los sueños colectivos de los que surgieron estos «cuartos traseros». Quisieron sacar provecho con videojuegos y tal y lo estropearon al añadirle niveles, entidades y monstruos. Tan solo vamos a fijarnos después de una de las entidades para ilustrar otro ejemplo.

Para quienes no lo hayáis visto, en los Backrooms apareces en primera persona deambulando por un edificio vacío; parece ser de oficinas. Según relataban desde estos sueños, en todo momento hueles a moqueta mojada. Todas las paredes están empapeladas de amarillo y los fluorescentes zumban. Lo más extraño es que hay estancias, recovecos y cavidades que no tienen sentido. Por esa razón entra en juego la inquietud, la misma del bolígrafo que pintaba con sangre. La mente tiende a relacionar objeto con su concepto. Un edificio de oficinas como vemos en este caso, lo relacionamos con bullicio. Si lo vemos vacío a nuestra mente le choca. Lo vimos en el confinamiento. ¿Qué sentimos al ver estaciones, aeropuertos u otras zonas concurridas desiertas? Aunque nuestra razón nos dijera que se debía al confinamiento, nuestro subconsciente nos contrariaba; algo no encajaba. Y si algo no encaja sentimos miedo; si viene de ese subconsciente es irracional; no podemos controlarlo. 


 

Seguimos con los Backrooms. Ya tenemos esa sensación; ese miedo que proviene del subconsciente. Estamos como quien vuelve a casa en la madrugada. Nos preparamos para el susto y, sin embargo, no ocurre nada; lo que nos pone más nerviosos aún. Llega a un punto en el que sentimos que nos siguen o que nos observan; ya sea una entidad o alguien tras un recodo. Atemoriza más esa atmósfera que el susto. De esa forma, cuando dobles una esquina y te encuentras a la entidad, gracias a la atmósfera y a la tensión que incluso tú como espectador has acumulado, el susto será mayor.

Esta entidad surgió como un creppypasta más de internet allá por el 2005. Nos fijaremos porque nos aporta otro buen ejemplo; más cercano al thriller que al propio terror. Nos referimos a los conocidos RayRay (hasta el nombre es propio de criatura de creppypasta). En el vídeo se ve a un hombre que toma sopa y, por alguna razón, lo hace a disgusto. Por la puerta aparece alguien evidentemente disfrazado: una gran cabeza sin boca; típico en el folklore japonés. Este personaje acaricia al hombre, con intención de consolarlo, pues se derrumba. En escena aparece el otro Ray y se une a las muestras de cariño.

Analicemos: ¿por qué al hombre le incomoda tomar sopa? ¿Quiénes son RayRay, cuál es su historia y su relación con el tipo? ¿Por qué arranca a llorar cuando estos le acarician? Nuestra mente lo percibe como algo que no encaja; lo que nos inquieta. Con facilidad podríamos confundir esa inquietud con el miedo. Ya vemos que la sensación es distinta a la que nos trasmitía la atmósfera de los Backrooms. Pero del mismo modo nos prepara para lo que esté por suceder. En otro vídeo aparecen los dos asomados a la puerta. Uno de ellos corre hacia el hombre y se corta el vídeo. Entendemos que le va a golpear, pero nos deja con la duda; más inquietos aún porque nos encontramos ante otra contrariedad: un desenlace inacabado. Ante las incógnitas, surgen las teorías; por descabelladas que puedan quedar; por la necesidad de dar respuesta a lo inexplicable. Es lo que vemos ante lo paranormal. 


 

Enlazamos con otro ejemplo, esta vez, musical. Y esta vez, os lo contaré según mi percepción. Hablo de la película Candyman y el tema Music Box. Asociamos la melodía de una caja de música a un momento de mucha paz; al relax; al bienestar. También a otra época. De nuevo nuestra mente se topa con una contrariedad, pues, qué pinta en una película de terror. Mi mente también ha formulado estas teorías porque necesita las respuestas. En la película se explica el significado de la caja de música, pero no he tenido la oportunidad de verla. Fabulé que Candyman es un espíritu asociado a este objeto porque expresa tristeza —aun siendo un asesino— y añora su vida; esa otra época a la que me refería. La sugestión entra en juego y me imagino en esa casa. Solo estoy yo y comienza a escucharse esta melodía. Me arriesgo a decir que esto da mucho más miedo que los chirridos de violín en la famosa escena de Psicosis.

Terminaba la parte anterior anunciando un ejemplo en el que convertimos un paseo en algo terrorífico. De paso reforzaremos lo aprendido en la presente.

Paseamos por el casco histórico de una ciudad. Las casas señoriales, las iglesias y otros monumentos pasan indiferentes. A los turistas les llamarían más la atención, pero nosotros pasamos por allí todos los días y no le vemos mayor interés. Esto es real y relevante: las visitas guiadas enfocadas las leyendas y el mundo del misterio que comenzó con Córdoba Misteriosa, en este 2023, diez años después, se extiende a más de 30 ciudades españolas bajo el nombre de Rutas Misteriosas. Pues bien, en nuestra ciudad nos apuntamos a una de las rutas. Descubrimos que en esa iglesia que pasaba desapercibida, en un tiempo no muy lejano un fugitivo se lanzó desde el campanario. En esa casa señorial en el S. XVII se perpetró una masacre y acabaron con toda la familia. En la actualidad, aunque está abandonada, los vecinos aseguran que oyen gente en su interior; en no pocas ocasiones ven a través de las ventanas una luz que parece provenir de un farol. La ruta termina en la joya de la corona: un palacete que alberga el parador nacional. Nos cuentan que muchos empleados se niegan a subir a la tercera planta y, en especial, a la 313. Nos llama la atención el testimonio de una camarera de pisos a quien le susurraron su nombre al oído y no solo eso, sino que sintió el aliento. En varias ocasiones han investigado. Para nuestra sorpresa, el guía nos reproduce una de las psicofonías que se captaron en una de las investigaciones. Uno de los que nos acompañan en la ruta capta nuestra atención. «¿Habéis oído eso? Venía de allí». Señala hacia una de las ventanas.

Esta historieta me la he inventado, claro, pero no lo que encontraréis en las rutas si tenéis la suerte de realizarlas. Siempre los guías nos dicen algo que explica este ejemplo: «Cuando volváis a pasar por este lugar lo veréis con otros ojos». Porque ya conocemos su historia; ya no serán lugares que pasen desapercibidos. Cuando pasemos por la casa señorial o ese palacete miraremos hacia las ventanas en busca de una sombra. Vamos a poner un último ejemplo y ya fuera de lo paranormal.

Sales a tomar algo y en el bar haces amistad con un alguien muy amable; incluso gracioso. Es una grata compañía. Incluso acaba en un ligue. Lo que no sabes…. Es que ese tipo es un asesino. Y esto no es ficción. Me acordaba de Rodney Alcala. Nos da miedo lo desconocido, pero a veces más lo conocido. Eras feliz hasta que supiste que el anterior inquilino falleció en tu dormitorio. Ojos que no ven, corazón que no siente. 


 

Hablamos de contexto; tan importante como los recursos para trasmitir miedo. En la próxima trataremos las historias, tanto presentes como pasadas.

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