sábado, 14 de octubre de 2023

¿Te atreves a entrar? PARTE III: La atmósfera

 

Hasta en lo insólito todo tiene un porqué. Imaginad que en la sucesión de fenómenos paranormales el agua cobra protagonismo. Al final descubriremos que el espíritu del niño que se ahogó en la bañera nos hace ver la relación qué tiene que ver el agua con su muerte. Es lo que vemos en la película Al final de la escalera. Las historias enriquecen la ficción —en el caso del terror aún más— y despertará interés. Recordemos el ejemplo de la parte anterior: ese edificio pasaba desapercibido hasta que conociste su historia. Pero hablamos de dos. Nos referimos a la presente y la pasada.

La primera atañe a nuestro protagonista y su relación con el entorno. Ese objeto no se ha movido solo porque sí. Tenemos el detonante que capta su atención. El tipo investigará la naturaleza del fenómeno, sujeto a unas inquietudes. En primera instancia le dará una razón lógica, por ejemplo, cerciorarse de que la puerta y la ventana están cerradas y no ha sido una corriente de aire la que ha movido el objeto. Pero ni siquiera el fenómeno es lo que más le incomoda. El objeto es una fotografía de un familiar fallecido. Si el protagonista es creyente, pensará que trata de hacerle saber que está ahí. Terminaría la historia y ya está.

Los espíritus no te cuentan algo como lo haría tu amigo en la terraza de un bar. Captará tu atención; los fenómenos proseguirán. Entonces utilizará el simbolismo; el mensaje subliminal; el puzle a resolver. En el caso de la mencionada película hablábamos del agua; en el que nos atañe el fallecido manifestará fenómenos relacionados con el ámbito militar. Y aquí entra la historia pasada. Lo comenta con sus familiares y descubre que el fallecido murió en combate. Nunca hallaron su cadáver. Comprende que trata de decirle que está enterrado en una fosa. Gracias a la investigación histórica da con la batalla en la que lo abatieron y descubren la fosa; incluso el espíritu ayuda al indicarle dónde se encuentra. Una vez sus restos han recibido sepultura, los fenómenos desaparecen y ahora sí la historia termina.

Aquí ha ocurrido algo interesante, más allá de la propia historia. En ficción el terror solo forma parte del atrezo, pero la verdadera historia supone una hibridación de géneros de corte realista: drama, tragedia o romance. Y principalmente el terror se apoya en el suspense. Por favor, nunca combinarlo con humor. Lo que menos interesa es pasar del miedo a la risa. Hay otro aspecto que llama nuestra atención; nos pone en el piel del protagonista y sentimos su miedo porque nos presenta algo cercano: una vivienda como podía ser la nuestra.

La historia en el género de terror se ha convertido en un cliché, pero funciona por muy manido que esté. Un buen ejemplo lo vemos en Silent Hill 2. De limitarse a matar monstruos carecería de sentido y perdería interés. Lo que funciona aquí es el lore y la referida hibridación de géneros. Cuando leemos o vemos una película de terror, esperamos el susto o el suspense; pero en realidad, como vimos en la parte anterior, nos atrapa encontrar respuesta al porqué… y la hallamos en la historia. Prosiguiendo con el ejemplo de esta franquicia (alerta spoiler), El protagonista, James, se enfrenta a unos monstruos que simbolizan esos demonios interiores, ya que se va desvelando que James mató a Mary, su esposa. Pero aún la trama es más compleja y, como siempre, hasta un homicidio tiene un porqué; un móvil. Mary padecía desde hacía años una enfermedad y, digamos, que su esposo le aplicó la eutanasia. Los monstruos representan la culpa que le persigue; la debe superar para liberarse y, en este caso, pasarse el juego.

Hasta ahora hemos experimentado un caso familiar, y nunca mejor dicho. Decíamos que esa casa podía ser la nuestra. ¿Y si la historia se desarrollara en algo que percibimos lejano como un castillo? No nos daría tanto miedo porque nos costaría más identificarnos, ¿verdad? Recuerdo el comentario de una chica que de niña se identificaba con Tarzán. Este personaje no es como es ella; para empezar, es un chico. El motivo era porque en Tarzán veía la libertad que ella tanto valoraba… y también porque le gustaba subirse a los árboles.

A esto vamos. Para identificarnos, ni los personajes ni el escenario tienen porque sernos familiares. La fantasía tiene muchísimos adeptos porque precisamente se da esta condición. Ese es el reto: familiarizarnos con algo que percibimos lejano. Escenarios como un castillo o un monasterio no son como nuestra casa. Los monjes o los caballeros templarios no son como nosotros. ¿Cómo captamos la atención? Volvemos a la importancia que tienen las historias. Hablamos de una época distinta a la nuestra. Aquí entra la leyenda.

Si en un convento una puerta se abre sola lo percibiremos como un fenómeno más que puede dar miedo o no. Pero cuando sabemos que esa puerta pertenece a la celda en la que una monja hizo un pacto con el Diablo, la cosa cambia. Al final descubrimos que da igual si el escenario o los personajes son cercanos a nosotros. Lo importante es que las historias capten nuestra atención. En nuestra mente surgen las preguntas; las inquietudes que ya conocemos.

Fijaos en cómo relato estos ejemplos. Imaginad que tuvierais que contárselo a un amigo y además escéptico. Si le dices que tu casa está encantada, incluso precisando que las puertas se abren y los objetos salen disparados de las estanterías, es probable que no te crea. Pero si le muestras la psicofonía que has grabado en tu habitación, ya lo dejarás con la duda. Volvemos a esa máxima de la narrativa: el muestra, no cuentes. Enlazamos con el final: la evidencia que aporta credibilidad.

Aún queda un ingrediente más; si acaso el más importante. Nunca olvidemos que tratamos el terror como algo que en teoría no existe, porque la ciencia no lo ha demostrado. Me estoy odiando a mí mismo por decir esto, pero… Ya hemos atraído la atención, ahora queda otorgarle credibilidad. Cuando denuncias en una comisaría te van a pedir pruebas. Aquí ocurre lo mismo: nuestra credibilidad dependerá de las evidencias. De esto hablaremos en la próxima.

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